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| Espacio: Pensando la sexualidad humana… | Parte IV: “ Hacia una cultura del cuidado” | | El contexto sociocultural, político, económico (dese la perspectiva histórica y actual) en el que vivimos provoca conductas exploratorias a veces saludables y otras no pudiendo atentar contra la integridad, la inclusión, la salud, los proyectos de vida. | Prof. Laura Van Dembroucke |
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Algunos interrogantes para pensar y pensarnos: ¿Qué es la cultura?, ¿qué es el cuidado?, ¿Qué hay que cuidar?, ¿nos cuidamos?, ¿por qué no se cuidan los que no se cuidan?, ¿Qué hacer para promover el cuidado?. Entendemos por cultura al conjunto de formas y expresiones de una sociedad o grupo social en un tiempo dado, en ellas se incluye costumbres, prácticas, códigos, normas y reglas de la manera de ser, vestimenta, religión, rituales, normas de comportamiento y sistemas de creencias. La UNESCO, en 1982, declaró : “que la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden”.
Así, la conciencia que tengamos de nosotros mismos y del otro junto a uno se traducirá en las expresiones y costumbres, en la manera de preservar la integridad, la seguridad, los límites y transgresiones en las exploraciones de la vida. De esto, más o menos, se trata la cultura del cuidado. Para sobrevivir, en el sentido de la especie, se debe cuidar lo que se tiene y buscar nuevas posibilidades cuando las actuales no satisfacen. Si lo pensamos desde el punto de vista adolescente puede aparecer como crítico el sentido de insatisfacción y búsqueda de nuevas formas de expresión, explorar lo desconocido como parte de su esencia y crecimiento pero que a la vez pueden poner en riesgo lo que se tiene que cuidar. Destaquemos la importancia de pensar las adolescencias y las juventudes, en su diversidad de contextos, como sujetos que estando en vías de constitución y que “ensayan” personajes. En estas “pruebas” buscan de afianzar una identidad hasta poder sostener por sí mismos “la escena del mundo”, desarrollar un guión propio, desprenderse de la infancia. La base, el sustento está dado en el grupo familiar –cualquiera sea- pero con su singularidad, interpelan al adulto, ponen en tela de juicio sus discursos y acciones para hacerse más consistentes. Esto siempre ha ocurrido, el problema hoy es que hay adultez y adultez, hay quienes se han vuelto más vulnerable y no siempre logran mantener la asimetría esencial que “demandan” las adolescencias en detrimento de la autoridad y legitimación de los adultos como orientadores. Podemos decir que los riesgos para los jóvenes se agravan cuando ante la falta de contención se suman ofertas de posibilidades de todo tipo y la autonomía para las decisiones (aún a modo de ensayo). Hemos pasado por diferentes predominios de culturas, a las que Martiña,1997, refiere como Cultura del Cumplimiento, propia de las sociedades tradicionales y donde de algún modo lo que no estaba prohibido, era obligatorio, a una Cultura de la Transgresión, donde el lema, heredado de los "dorados sesenta", parece ser prohibido prohibir. Podemos flexibilizar un poco pero no tanto…”Como alternativa a las mencionadas "Cultura del Cumplimiento" y "Cultura de la Transgresión", proponemos la construcción progresiva de lo que llamamos Cultura del Cuidado. Entendida como un conjunto de pautas, principios y alternativas, que retoman de un modo diferente las legítimas reivindicaciones de las otras dos: el afán de orden y el afán de libertad. La Cultura del Cuidado es hija del Sentido común y la Compasión. Adopta el lema "Cuidar(se) no mata a nadie… (lo contrario, sí…)". Y trata de llevarlo adelante aún a sabiendas de las propias falencias y debilidades, pero convencida de que no hay alternativa mejor”. ¿Qué adultos interactúan con los chicos hoy?, los hay de distintos “colores”, aquellos que están “desinteresados”, quienes quieren cuidarlos pero no se comunican y no saben cómo hacerlo, otros que creen estar en lo cierto y dan cátedra de cómo ser padres hoy desde una postura autoritaria, algunos que todavía se encuentran en conflicto con sus propias adolescencias y compiten con sus hijos no pudiendo asumir el rol de padres, Se dan todas a la vez pero si hubiese que elegir entre algunas de las opciones mencionadas sería más dadora de oportunidades aquella que quieren cuidarlos pero se encuentran en la incertidumbre del cómo hacerlo, esto promueve la apertura, la maquinaria de la búsqueda y de la comprensión, en cambio la seguridad de estar en lo cierto, inmoviliza, y no hay lugar para el otro, pone en riesgo la comunicación y el entendimiento.
Algunas sugerencias para la cultura del cuidado podrían ser: Como adultos, mantener la asimetría y tramitar la propia vulnerabilidad, es la ética que nos asiste y la tarea para construir una cultura del cuidado. Fortalecer la autoestima es esencial, se cuida lo que se valora. Las adolescencias se presentan como un drama subjetivo con distintos grados de vulnerabilidad. La relación con el adulto se vincula con la fuerza de su autoestima. Si el predominio es una desvalorización, se tendera a aceptar lo que suceda como un destino merecido, aún cuando atente contra mi integridad.. En cambio si el predominio es el bienestar consigo mismo, no arriesgará si sable como evitarlo, su cuerpo, su salud o su vida. Conocer para comprender, que no es lo mismo que justificar, los adolescentes requieren del adulto que conozca y esté convencido de algunas cosas, que valore una sexualidad integral, la importancia de la comunicación, el placer y la reproductividad; que conozca los riesgos para la salud y la vida y cómo evitarlos; un adulto que habilite la palabra del adolescente, que interpretándolo establezca límites, oriente y sea dador de oportunidades –permita nuevos ensayos- hacia una cultura saludable. Lo dicho se relaciona con el concepto de asertividad. Suele definirse como un comportamiento comunicacional maduro en el que la persona ni agrede ni se somete a la voluntad de otras personas, sino que expresa sus convicciones y defiende sus derechos. Podríamos decir que se trata de una “amigable firmeza”. Se requiere de un adulto asertivo para educar adolescentes que sean a su vez asertivos. La comunicación genuina requiere reconocer al otro –el o la adolescente- como legítimo otro, como sujeto. Esto requiere de afectividad, de amor. Para permitir que la verdadera conversación acontezca es necesario estar ahí, tener presencia, escuchar, acompañar. De esta manera también se logra una autoridad que autoriza y cuida haciendo que se cuiden. | | |
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